Hace poco tiempo me preguntaron cuál creía que era la principal diferencia entre el ambiente de los vestuarios de mi época como futbolista respecto a los vestuarios de hoy en día, que he podido observar como entrenador.
Se me pasaron muchas posibles respuestas por la cabeza, desde el tipo de música que se escucha hasta el tipo de instalaciones. Pero, finalmente, creo que lo que más ha cambiado ha sido la privacidad.
El efecto de los “social media”
Hace años, la gente no se enteraba de las cosas que pasaban en el vestuario. Se cumplía la frase de “lo que pasa en el vestuario se queda ahí”. Esto daba tranquilidad a los jugadores, ya que considero que podían ser más ellos mismos.
En cambio, ahora salen muchas cosas a la luz mediante los “social media”. Los jugadores forman parte de esta nueva cultura de tener las redes sociales muy activas y algunas veces, sin darse cuenta, suben algún vídeo o dicen alguna cosa que no se debería enterar nadie.
Para el público y para la prensa es genial, tanto si lo que se “escapa” es la foto de un jugador que sale de la ducha (algo sin importancia) como si se trata de una crítica privada al club o algún insulto entre compañeros (que puede causar una crisis de reputación al jugador o al equipo). Serán temas de los que hablará la prensa en los días siguientes y con los que llenarán páginas de los periódicos.
Bajo mi visión como exjugador y actual entrenador, la privacidad en un vestuario debería ser sagrada. Hay cosas que se deben arreglar internamente y que no hace falta que salgan a la luz y se magnifiquen.
Aun así, también comprendo que estamos en una sociedad hiperconectada y que, en cierta medida, nos debemos adaptar a ella. Quizás todavía falta un poco de información a los jugadores sobre los peligros de Twitter, Instagram o Facebook y habría que lograr que fueran más conscientes de ello.