Así viví mi rotura de ligamentos cruzados con el Chelsea

Durante mi primer año en Inglaterra, en la temporada 1997-98 jugando para el Chelsea, tuve la mala suerte de sufrir la primera lesión seria de mi carrera. Fue en un entrenamiento y sin que nadie me tocara. Yo solo, giré sobre mi pierna derecha para tirar a puerta con la izquierda y mi pie derecho se quedo bloqueado en el suelo. Al girar todo el cuerpo, lamentablemente, me rompí los ligamentos cruzados de mi rodilla derecha.

Obviamente, cualquier futbolista corre el riesgo de lesionarse, pero hasta que no te pasa algo así no te das cuenta realmente de lo que se sufre y cuesta volver. Yo tenía 29 años entonces. A continuación les voy a explicar cómo viví la noticia de la lesión, la operación y la recuperación.

«Mañana le operamos»

Lesión Poyet ChelseaTras hablar con los doctores, los fisios y el entrenador del club (Rudd Gullit), este último me dijo: “te vas a ir a Bélgica (Amberes) con el Dr Martens” y para allá me fui.

Llegamos una mañana el fisio del Chelsea y yo para una consulta y esperamos un rato en la sala de espera. Recuerdo que cuando entramos el doctor me preguntó si podían estar presentes dos estudiantes que pasaban el día con él en el hospital, a lo cual respondí que “sin problemas”.

El doctor Martens también me preguntó cómo había sido el incidente y luego chequeó mi rodilla derecha. Sin dudar dijo que se trataba de una “rotura de ligamento cruzado”. Yo me quería resistir y le pedí que la comparara con mi otra rodilla, a lo cual él asintió y dejó a los dos estudiantes que chequearan mis dos rodillas. Esto confirmó el diagnóstico.

Ahí mismo me dijo que necesitaría una operación y, al aceptar, en seguida me dijo: “mañana a las 7 de la mañana aquí en este hospital”. Obviamente, salí del hospital destrozado, ya que se habían confirmado los peores pronósticos.

La operación en Bélgica

Salimos con el fisio y me dijo: “perdona pero yo me tengo que volver a Londres”. Y ahí me dejó solo, caminando por la linda ciudad de Amberes, realmente preocupado, triste y hasta con un poco de miedo, ya que al día siguiente me iba a operar de los ligamentos cruzados.

Hay que añadir que mi mujer estaba en Londres sola con mis dos hijos pequeños, de 2 y 4 años, lo que hacía imposible que viniera enseguida. Por suerte, habló rápidamente con su madre para que volara de forma urgente a Londres y entonces ella podría venir a Amberes.

Amberes

Ni les cuento la tarde y noche que pase solo en Amberes… Estaba realmente mal.

Al día siguiente, entré en el hospital a las 7:00h, me dirigí al mostrador de entrada y dije que me venía a operar de la rodilla. Me llevaron a mi habitación, me vinieron a afeitar la pierna derecha y un poco más tarde me llevaron a quirófano.

Había más gente cerca de los quirófanos esperando para entrar, así que yo me preocupaba y les decía a las enfermeras que yo me operaba de la rodilla, a ver si entraba en quirófano equivocado y salía sin apéndice… ¡Entre el miedo, los nervios y el frío ya no sabía ni qué decía!

Solo me acuerdo que me pusieron en la mesa de operaciones, que el anestesista dijo algo gracioso y ya estaba dormido.

Cuando me desperté más tarde, ya en la cama en mi habitación, lo único que recuerdo es que mi agente en ese momento, Paul Hodgetts, estaba sentado ahí. Aunque suene raro, para mi fue como si estuviera Dios y realmente significó muchísimo ese gesto. Por la tarde llegó mi mujer y tras 4 días más en Bélgica viajamos en el coche de mi agente hacia Londres.

Empieza lo peor

Gustavo Poyet Tras la operación empezó la recuperación, que es lo más duro que viví en el mundo del fútbol. Recuerdo desde no poder levantar la pierna hasta aburrirme de nadar en una piscina cerca del campo de entrenamiento.

Se hizo muy muy largo y duro, se pasa por momentos muy complicados y hasta que que no pisas de nuevo la cancha parece que no vives.

También hay que destacar que en esos casos dependes totalmente de los que te rodean. Te tienen que ayudar todo el rato, tienen que aguantar tu mal humor, etc… no sé como lo hubiera hecho sin mi mujer, ella fue clave en mi recuperación.

Un momento curioso fue cuando había pasado un mes de la recuperación y el doctor me recomendó empezar a pedalear en bicicleta. Como la lesión fue en octubre, la gente del Chelsea había aceptado que volvería para la pretemporada siguiente (julio) pero en mi cabeza estaba la posibilidad de jugar antes de terminar la temporada (mayo).

Por esa razón, en el club me decían tranquilo, no empieces con la bici, mientras que yo quería seguir las indicaciones del doctor. Decidí llamarle por teléfono y tras una interesante conv

ersación me dijo: “usted es jugador de la Premier League, así que vaya a comprarse una bicicleta estática y comience a pedalear en su casa. Seguro que tiene dinero para hacerlo, ¿no?”.

Todo esfuerzo tiene su recompensa

Y me fui a comprar una bici estática. La usé muchísimo en casa y mi rodilla comenzó a mejorar. Al segundo mes empecé a nadar en la piscina con la ayuda del entonces masajista Terry Byrne, con el que iba todas las tardes a un hotel cercano en el que había una piscina que utilizábamos cuando había recuperación.

Al tercer mes empecé a trotar y, como predijo el Doctor Martens, volví a jugar a los 5 meses y medio, con la chance de jugar semifinal y final de la Recopa y ganarla por segunda vez en mi carrera.

Fue duro, durísimo, pero al final de este largo camino estaba la mejor recompensa: volver a jugar y ganar un título europeo gracias al gol del fenómeno de Gianfranco Zola, 1-0 contra el Sttugart.