Grenoble, temporada 88/89. El primer año que viví fuera de Uruguay, con apenas 21 años, me dejó muchas anécdotas pero esta que les voy a contar, sin duda, es una de las que recordaré toda la vida.
Perdidos en mitad de Francia
En pleno invierno, veníamos de jugar un partido fuera de casa en Orleans, una ciudad situada a unas 5 horas y media de Grenoble en bus. Para que se hagan una idea, Orleans está situada cerca de París, mientras que Grenoble se sitúa en el sureste de Francia, en medio de los Alpes.
Jugamos el partido a las 20:00h y tras el encuentro volvíamos directamente a casa. A mitad de camino, nuestro chofer decidió hacer una cortada por la montaña y terminamos totalmente perdidos. Hay que tener en cuenta que en esa época no había sistemas de navegación ni teléfonos móviles.
Paramos a buscar un mapa y entre el chofer, el entrenador, un dirigente y algún jugador que conocía la zona se pusieron a buscar el camino. Una “reunión estratégica”, como le llamo yo.
Finalmente, el viaje duró unas 7 horas.
¿Entrenar y dormir o dormir y entrenar?
Ese retraso hizo que llegáramos al centro de entrenamiento pasadas las 5 de la mañana. Cuando ya me preparaba para ir a casa a dormir, el técnico nos llamó a todos al vestuario y nos preguntó si queríamos ir a casa y volver a las 10:00h para hacer el afloje o hacerlo en ese mismo momento y ya tener libre hasta el martes.
En Francia es típico entrenar domingo después del partido, de forma ligera, y tener libre el lunes.
Antes de dar el resultado del voto hay que tener en cuenta que había más o menos medio metro de nieve por todos lados (les recuerdo que Grenoble está en los Alpes) y llevábamos acumulado el cansancio de un partido y de más de 7 horas de bus.
Frío, cansancio… ¡y preocupación!
El resultado de la votación fue, por una amplia mayoría, entrenar a las 6:00h. Me quería matar.
Si me ven corriendo carrera contínua a las 6 de la mañana, sin haber amanecido todavía, con todo lo que te podés poner encima para combatir el frío… ¡Solo se me veían los ojos!
El entrenamiento duró unos 40 minutos en total, nos duchamos y para casa.
Obviamente, ninguna de nuestras familias, novias o mujeres sabía qué había pasado y por qué no habíamos llegado a casa alrededor de las 3:30h, ya que no había móviles y las oficinas del club estaban cerradas a esa hora.
Imagínense cuando llegué a casa y le tuve que explicar a mi mujer (recién casado), súper nerviosa, que el chófer se perdió en medio de Francia y tuvimos que entrenar a las 6:00h. ¡Nadie me creía esa historia!