Cuando jugás en la selección uruguaya y, en particular, cuando jugás un torneo de estas características de local, el resultado solo puede ser uno: SALIR CAMPEÓN.
Todo lo que no sea ganar no es aceptado, así que con estas palabras quiero que se imaginen la presión que tenía este grupo de jugadores en la Copa América de 1995.
Los uruguayos somos así, a pesar de ser solo 3.5 millones de personas, cuando nos referimos al fútbol solo se piensa en ganar.
El camino hacia la final
El equipo se fue formando, fuimos pasando etapas y sabíamos que tarde o temprano nos encontraríamos con Brasil. Pensábamos que era mejor en una final y así se dio. Era un día de invierno pero soleado y el estadio estaba lleno.
Salimos de la concentración y en nuestro viaje en autobús hasta el estadio (media hora más o menos) la gente salía a la calle con banderas a alentarnos. Era increíble ver la que íbamos a armar y que habíamos movilizado Montevideo y el país entero.
Realmente te ponía la piel de gallina, fue muy alentador, sabíamos que no les podíamos fallar. Pero dentro de todo esto lo que más recuerdo fue que cuando llegamos al estadio, nos disponíamos a bajar del autobús y nuestro portero titular Fernando Alves dijo: “hay que ganar eh, ¡sino la vuelta va a estar brava!”.
Y tenía razón, no sé qué hubiera pasado si hubiésemos perdido la final.
La final de la Copa América de 1995 contra Brasil
Repito, estadio lleno, 90 y pico por ciento celeste y solo una esquina de brasileños. Y todo empezó como nadie quería, Brasil adelantándose en el marcador y en esa misma acción nuestro lateral izquierdo (Tabaré Silva) se fractura la pierna.
Se hizo el cambio y ahí la gente se dio cuenta de que necesitábamos ayuda. Especialmente cuando empezó el segundo tiempo la gente se hizo sentir, fue increíble, nos llevaban en el aire a por el empate y este llegó con un tiro libre impecable de Pablo Bengoechea.
Fue una explosión de júbilo en el estadio.
Recuerdo que yo me quedé medio separado del festejo porque Pablo se fue hacia el banquillo que quedaba al otro lado de la mitad de la cancha, de manera que si todos hubiésemos ido ahí, Brasil hubiese podido sacar del medio. Había un compañero conmigo pero no me acuerdo quién era, supongo que es la edad.
Penales… ¡y campeones de América!
Al final del tiempo reglamentario, empate a 1 y directo a los penales. No me canso de explicar que con respecto a los penales o se es especialista o es muy complicado, más aún en una final de local con tu selección.
Vino el el asistente técnico (mi ídolo de chico, Fernando Morena) y me dice que soy el 6to si se necesita. Recuerdo pensar “uf, menos mal”.
Pero ahí empiezan los nervios de verdad, porque estas parado en la mitad de la cancha, sin mucho por hacer y dependiendo de los que tiran y tu portero.
Por suerte metimos los 5: Enzo Francescoli, Pablo Bengoechea, el Pepe Herrera, Álvaro Gutiérrez y Sergio Martinez. Nuestro portero, el genio Fernando Alves atajó el tercero.
Imagínense cuando el Manteca Martínez iba a patear su penal, si metía éramos campeones y ya está, pero si erraba ¡¡¡TIRABA YO!!! No podía parar de pensar en que por favor lo metiera para no tener que jugármela yo.
Uno puede celebrar títulos de distintas maneras, pero cuando es con tu país los sentimientos y emociones son especiales. Envuelve directamente a tu familia, amigos, conocidos, colegio, clubes, a todos y eso hace que el orgullo sea mucho mayor.
Por suerte, pude participar de ese grupo que hace casi 25 años logró la Copa América de 1995. Como se dice en Uruguay… ¡DALE CAMPEÓN!